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viernes, 23 de febrero de 2007

Todo... menos aburrirse



Es un inicio de año y podemos mirarlo esperanzador si tomamos entre nuestras manos las infinitas posibilidades que representa vivir responsablemente, para generar una experiencia de la sexualidad libre y con una narrativa que lo describa de forma clara pues no siempre ha sido así.

A comienzos del siglo XVII el discurso sobre la sexualidad no era todavía opacado y no generaba la incomodidad de nuestro tiempo, las prácticas no tenían nada de oculto, los discursos estaban sin disfraz.

De una experiencia brillante se pasó a la oscura monotonía de la burguesía victoriana. La sexualidad se fue guardando hasta quedar encerrada con un único rostro visible: su función reproductiva cuidadosamente guardada en el sexo oficial, el cual tiene que cumplir con cuatro reglas 1) ser monógamo, 2) ser heterosexual, 3) ser reproductivo y 4) estar dentro del marco del matrimonio.

La sexualidad se vio envuelta por el silencio, un silencio incómodo que se presenta cuando se habla o se pregunta sobre sexualidad. Hablar de sexualidad se vierte en seriedad y se restringe a los discursos médicos donde se esteriliza. Así, el único espacio para experimentar la sexualidad erótica pasa a ser la cama conyugal, donde se enfatiza su función reproductiva mientras que todo lo otro tiene que ser desterrado, esfumarse y desaparecer.

Con la regulación que se hace de su función, la sexualidad erótica desaparece de los espacios públicos y de los privados y se niega que exista en algunos grupos como por ejemplo las/os niñas/os donde los planteamientos hacia ellas/os se vuelven asexuales. Por lo tanto, se inicia un mecanismo de represión, de control de la información que funciona como una condena de desaparición, pero también como una orden de silencio, afirmación de inexistencia y como una confirmación de que no hay nada de que hablar o saber, ni ver, ni oír, ni sentir.

Quedan algunos espacios, algunas concesiones, por lo que las sexualidades que se consideren ilegítimas son trasladadas al burdel. Pero ahí tampoco es libre, pues del carácter reproductor pasa al carácter de mercancía donde se obtendrá una ganancia.

En resumen, en la sexualidad lo que no apunta a la procreación está prohibido, se le encuentra excluido, negado o reducido al silencio, se maneja que no existe y que nunca debería de existir. Como ejemplo, si a los niños/as se les inculca la idea de que la sexualidad no existe, que mejor razón para impedirles que hablen de ello, razón para imponer un silencio general.

Del silencio se pasa a la solemnidad. Si la concepción de la sexualidad está prohibida, quien la nombre estará fuera de la ley, por lo que se hablará con solemnidad para evitar la censura.

Han pasado muchísimos años desde que se inició este dispositivo. Por ello, cada vez que hablamos claramente sobre la sexualidad vamos creando una experiencia diferente y un camino más liberador para quienes se adentran al tema. Es valioso evitar el chiste que desvaloriza al otro porque le niega la legitimidad y hace que se sostenga la violencia hacia el diferente, un diferente tan diferente como el observador.

Vivamos una sexualidad libre, responsable, erótica, apasionada, sin culpa y gratificante. Mientras no se dañe a otras/os, a sí misma/o y haya acuerdo entre quienes participan, la experiencia será muy gratificante y se valdrá vivir todas las sensaciones que el cuerpo ofrece, porque todo se vale… menos aburrirse.

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